TEMA Nº 7
JUSTICIA SOCIAL CON URGENCIA
OBJETIVO.- Reflexionar la realidad de la justicia en la sociedad e impacto en la vida de la persona, la familia y la comunidad, para tomar conciencia y tomar partido por la verdadera justicia con libertad.
1. INTRODUCCION
El mundo reclama justicia con urgencia. La Iglesia contempla el nuevo siglo con alegría y con esperanza. La alegría procede de la certeza de que Cristo está con ella. La esperanza surge porque tiene una misión que cumplir y, aunque sea difícil, está dispuesta a ella con la ayuda de Dios.
El cristiano debe asumir los desafíos que se presentan en la sociedad. Ninguno es tan urgente para un cristiano de nuestro ambiente como el de lograr vivir el amor, primera ley cristiana, por medio de la justicia, la más fuerte demanda del mundo actual. Los nuevos tiempos deben ser mirados con realismo y con ánimo de trabajo. Y el principal empeño que hoy se presenta para el cristiano es hacer al mundo más justo, para que sea más pacífico, más solidario, más convivencial.
Lo decía así Pablo VI: "Hay que darse prisa. Existen muchos hombres que sufren y aumenta sin cesar la distancia que separa el progreso de los unos y el estancamiento e incluso retroceso de otros. Sin embargo, es necesario que la labor que hay que realizar progrese armoniosamente, so pena de que se rompa el equilibrio, el cual resulta indispensable. Una reforma agraria improvisada y mal hecha puede frustrar su finalidad. Una industrialización brusca puede dislocar las estructuras, que todavía son necesarias, y engendrar miserias sociales que serían un retroceso para la humanidad.
Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo y no se puede esperar más. Cuando hay poblaciones enteras que viven en tal dependencia que les impide toda iniciativa y toda responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social, la tentación de romper con la violencia tales injurias es enorme. Sin embargo, la insurrección revolucionaria, salvo tiranía evidente y prolongada que atente gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañe peligrosamente el bien común del país, engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios, provoca nuevas ruinas. No se puede remediar un mal real al precio de un mal mayor". (Populorum Progressio 30-31)
La Iglesia apuesta, pues, por el cambio acelerado, pero no revolucionario. Los reclama por amor al hombre, no por intereses políticos. Exige la mejora del entorno en que cada uno de sus miembros vive, y quiere superar las simples utopías. Aspira a que las reformas lleguen al mundo entero, pero iniciando la acción por cada lugar concreto en el que están sus miembros. El nuevo siglo XXI acaba de iniciarse con una llamada a repartir mejor los bienes del mundo, de los materiales, de los culturales y de los espirituales. Todos los hombres son iguales por naturaleza y deben serio en libertad, dignidad, solidaridad, oportunidades y seguridad. Sólo así reinará en el mundo la paz.
2. LLAMADAS PARA LA JUSTICIA
Los cristianos han recibido de Jesús el mensaje de caminar por el mundo anunciando la fraternidad y el amor. Pero no bastan palabras y deseos, sino que deben aspirar a conseguir mejoras reales en los corazones humanos.
De nada vale decir que Dios quiere el amor y dejar que los días pasen sin proyectar entre los hombres oprimidos por la injusticia muchos gestos de amor.
- Desde que en el siglo XIX las inquietudes por la justicia se pusieran en cabeza de las reclamaciones de todos los hombres, la Iglesia se ha lanzado en todos los lugares del mundo a revitalizar el mensaje de Jesús sobre el amor efectivo y sobre la igualdad de todos.
- A lo largo del siglo XX se incrementaron escandalosamente los signos de egoísmo y las discriminaciones hirientes, que además han sido estimuladas por los fuertes y sufridas por los débiles. El desafío de la justicia social se ha convertido en uno de los más proclamados en la comunidad de los seguidores de Jesús, la Iglesia nuevo Pueblo de Dios.
- En el porvenir, la demanda de justicia social se incrementará sin duda, pues los hombres se van haciendo cada vez más consciente de su dignidad y de sus derechos y los medio de intercomunicación humana son más poderosos y abren las mentes a la verdad social y fuerzan la voluntad a los reclamos de igualdad, libertad y dignidad.
La Iglesia pide a todos el amor, no la resignación ante los abusos. El mensaje cristiano asume el sufrimiento humano, pero no la pasividad, que impide luchar contra él. Los cristianos saben que deben poner en juego su inteligencia para abrir caminos de esperanza. No deja de ser una sorpresa el encontrar en el Evangelio palabras que aluden a la existencia de la pobreza casi como una situación irremediable: "A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tienen siempre". (Mc. 14.7) Y " Felices los que tienen el espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los cielos" (Mt. 5.3)
Sin embargo, no es menos claro que la pobreza, como miseria, se halla duramente rechazada en los escritos del nuevo Testamento: "Los que habían creído vivían unidos. Compartiendo todo cuanto tenían. Vendían sus propiedades y bienes y repartían el dinero entre todos, según la necesidad de cada uno. Todos los días se reunían en el Templo con entusiasmo, partían el pan por las casas y compartían sus comidas con alegría y sencillez y alegría de corazón". (Hch.2.44-46)
El nacimiento de la inquietud social cristiana tiene sus raíces en el Evangelio. La Iglesia siempre ha interpretado el mensaje cristiano sobre el hombre en clave de respeto y de colaboración, de solidaridad y de servicio, de ayuda al más necesitado y de conciencia de ser todos hermanos por ser hijos de Dios.
La doctrina social cristiana se fundamenta en el mandamiento de Jesús: "Ustedes deben amarse los unos a los otros como yo les he amado. En esto conocerán que son discípulos míos". (Jn. 13. 35)
A la luz de este principio básico se entienden los deberes de la solidaridad humana. Por ejemplo, se descubre:
- El valor del trabajo esta en el servicio que con él se ofrece al hombre y no en su rentabilidad. - El trabajador es persona y no una mercancía con la que se comercia ni fuente de energía animal convertible en riqueza.
- Dar trabajo a un hermano es ayudar a un hombre a realizarse como ser libre y como persona, a vivir de su esfuerzo creador y a compartir con los demás su capacidad y su dignidad.
2.1. Datos sobre la realidad del mundo (optativo)
Los datos que iluminan el camino social en nuestros días son duros, aleccionadores, escandalosos con frecuencia:
- El 80% de la riqueza lo consume apenas el 20% de los hombres, que habitan en los llamados países desarrollados. Los demás, que son el 80%, tienen que conformarse con apenas el 20% de la riqueza.
- El 50% de la población mundial está subalimentada y un 10% languidece de inanición. Sin embargo, un 15% de la población malgasta alimentos y otro 15% despilfarra comida que serviría para salvar muchas vidas. - El año 2002 la renta de un habitante de Europa era de 23.675 dólares per cápita y la de un latinoamericano era sólo de 5.604, cinco veces menor.
- El 97% de los gastos de investigación en nuevos productos o tecnologías corresponde a los países ricos. El Tercer mundo apenas si llega al 3%.
- Cada semana mueren 350.000 niños en el mundo por desnutrición, lo que da una cantidad aproximada a los 20.millones anuales. - El 80% de la industria mundial está en los países ricos. Los pobres se reparten el 20%. - Un obrero gana en un país rico una media de 150 dólares y supone 25 veces más que lo que gana el de un país pobre. Para vivir, el obrero de país rico necesita menos de 1/4 de sus ingresos. El del pobre ha de gastar más de 4/5 de sus' ingresos sólo en comer. - La esperanza de vida de un habitante de país rico se acerca a 75 años y en un país pobre está en 40.
- Para comer, él y su familia, un obrero de país rico tiene que trabajar 1,5 horas al día; en el país pobre ha de trabajar 9,5 horas. - Para el año 2010 los países ricos habrán pasado de unos ingresos cercanos a 35.000 $ USA al año mientras que los pobres se moverán en una media de 350, es decir de un dolar al día y persona.
2.2. Datos de nuestra familia boliviana (optativo)
Algunos indicadores sociales, entre otros muchos, pueden hacemos reflexionar:
- Nuestro país tenía en el año 2001 una renta per cápita de 2.355 dólares, tercera más baja de Latinoamérica (5.604), y por debajo de los países limítrofes: Brasil 7.087, Argentina 12.277, Perú 4.622.
- Bolivia crecía en economía a un ritmo 25 veces menos que USA: Norteamérica crece a razón de 550 dólares de renta per cápita cada año y Bolivia consigue sólo 21. - De cada 100 personas entre 15 y 65 años en edad de trabajar, tenían un trabajo fijo seguro 28. En un país como Japón lo poseía e192%
- Por cada 1000 niños que nacen, morían al comenzar al final del siglo XX 219. En Suecia moría en ese tiempo 5,4 y en Alemania 4,8. - Partos atendidos en Bolivia por personal técnico, el 64,5%. En USA y Europa el 99%. - Había en el año 2000 un médico por cada 2.400 habitantes, al paso que en Suecia uno por cada 390, sin contar la facilidad de recursos técnicos y farmacéuticos.
- Estudiaban al comenzar el siglo la Enseñanza Primaria un 52% de niños y la Secundaria sólo el 23%. En Europa la media era de 98% en la Primaria y 93% en la Secundaria.
- Analfabetos entre 15 y 65 años en Bolivia, el 15.6%. En el mundo, 21,4 %. En Europa, un 2.3%
Estos datos nacionales no son hechos para lamentarse, sino estímulo para situarse en el mundo que hoy nace. El desaliento que genera complejos de inferioridad es malo. El cristiano debe buscar soluciones eficaces si quiere ser coherente con su fe evangelizadora.
Vivimos en una sociedad en la que urge fomentar la conciencia social, la solidaridad y el sentido crítico ante la realidad, a la luz de la recta razón y en lo posible, del Evangelio.
3. MIRADA AL PASADO: EL XIX
La sensibilidad social de la Iglesia se fue convirtiendo en una doctrina sistemática a lo largo del siglo XIX, cuando los cambios sociales reclamaron una respuesta a la luz del Evangelio. Las circunstancias por las que atravesó en ese siglo el mundo laboral, después de la convulsión ideológica que implicó el racionalismo y el materialismo del siglo anterior, llevaron a un incremento del sector industrial y comercial y a la distorsión de la población agraria. En muchos países aumentaron las masas proletarias en los suburbios y en las zonas industriales. En ellas se dependía para la vida personal y familiar de un trabajo asalariado variable según el mercado de la oferta y la demanda, de la competitividad.
Fue sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX cuando surgieron nuevos trastornos: grandes emigraciones hacia centros industriales y mercantiles, explotación de un trabajo de peonaje considerado como mercancía, abuso de la indefensión de los asalariados, explotación de la mujer con salarios inferiores al varón, trabajo abusivo de niños. El beneficio de estructuras capitalistas abusivas estuvo alentado por la ausencia de controles por parte de los Estados.
3.1. Marxismo y León XIII
Las actitudes ante los graves problemas fueron diversas y a veces contradictorias:
- El liberalismo económico, apoyado a veces en postulados morales y religiosos subjetivos y falsos, confió en suavizar los problemas con la piedad, la caridad y la compasión de los poderosos, reclamando humildad y resignación a los explotados.
- El socialismo caminó en otra dirección. Los movimientos revolucionarios se dejaron engañar por la fuerza del número y proclamaron la lucha de clases, entre explotados y explotadores, como solución. La actitud reivindicativa por parte de los obreros, justa e inevitable, estuvo alentada por pensadores y sociólogos inspirados en el materialismo y en el laicismo de moda en ese momento.
Marx publicó su Manifiesto comunista en 1848, año que conoció muchas perturbaciones sociales por los desajustes que se multiplicaban sin cesar. El libro fundamental de Marx, El Capital, apareció en 1868. Los escritos de diversos ideólogos radicales se fueron sucediendo. Los sindicatos "rojos" y las asociaciones obreras cobraron auge.
La Iglesia católica se sintió movida a estimular en los hombres la caridad, pero también reclamó posturas de estricta justicia social. Multitud de hombres sabios y profundos ilustraron el pensamiento de los cristianos, de los propietarios y de los obreros, sobre los derechos y los deberes de cada uno y sobre la importancia de diferenciar entre caridad y justicia, entre derecho y benevolencia.
3.2. La Encíclica Rerum Novarum
Fue el documento publicado por el Papa León XIII el 15 de Mayo de 1891. Marcó el despertar de la Iglesia oficial en las cuestiones sociales. La Iglesia popular, la de los buenos pastores que trabajaban en el mundo obrero, había iniciado antes, sus ayudas, reflexiones y proclamas. Figuras como León Dehon, S. Juan Bosco, y otras llevaban tiempo trabajando por los obreros. La Encíclica había sido muy preparada por un "comité íntimo" constituido en Roma en 1882, en el que notables intelectuales elaboraron diversos esquemas preparatorios, analizando los problemas en profundidad y ofreciendo criterios racionales, sociales y sobre todo evangélicos. La postura del Papa hizo pensar a los católicos en la importancia del trabajo y en el respeto a los derechos del trabajador. Para unos llegó tarde, pues hacía medio siglo que los sindicatos socialistas habían captado a la mayoría de las masas proletarias. Para otros llegó en el momento oportuno en que se precisaban claras orientaciones para alentar a los sindicatos no materialistas o basados en la lucha de clases, entre los que se encontraban los católicos.
3.3. Los grandes Interrogantes sociales
La reflexión social de la Iglesia en el siglo XIX y a lo largo del XX, discurrió por diversos ejes fundamentales. Se pueden condensar aspectos significativos en algunos rasgos:
- La propiedad privada es un derecho de la persona y el trabajo es una fuente para acceder a ella. Se rechaza, pues, el comunismo por no respetarla. El patrono y al obrero son personas iguales ante Dios y ambos tienes deberes y derechos.
- El Estado y la sociedad deben garantizar los derechos públicos y privados, pero de forma subsidiaria y no asfixiar las iniciativas sociales y las organizaciones naturales. Debe ser evitado el totalitarismo. La libertad es derecho sagrado del ser humano.
- El trabajo reclama un salario suficiente por justicia y no por benevolencia de aquel para quien se trabaja. El salario no es el pago de una mercancía, sino la respuesta a una participación. Retenerlo, disminuirlo o negarlo es abuso.
- Los que trabajan tienen derecho a asociarse para conseguir mejor defensa de sus intereses, pero no es la fuerza el mejor modo de arreglar los conflictos, sino la razón, el diálogo, el orden, la comprensión, el arbitraje sensato, la solidaridad.
Con todo, la doctrina social de la Iglesia no se redujo, ya desde el principio de su exposición, a los simples aspectos laborales o a la solución pacífica de los conflictos salariales. Sus reclamos fueron más exigentes, humanos y evangélicos.
La visión cristiana estuvo abierta a todos los problemas del hombre en la sociedad y a las urgencias que era preciso resolver de forma conveniente. Sus criterios fueron clarificadores.
- El liberalismo económico o el capitalismo salvaje, con principios al estilo de Adam Smith (1723-1790) o David Ricardo (1772-1823) no son aceptables en clave cristiana.
- El predominio del bien común sobre el interés particular y la limitación de los derechos personales en función de los derechos sociales o de terceros es exigible.
- El respeto al trabajador, mirado como persona y no como agente de producción, lo exige la visión cristiana del hombre. El derecho a la vida, a la seguridad, a la familia, a la participación, a la promoción, etc. está por encima de la rentabilidad económica.
- Incluso, la necesidad de supeditar la economía personal y colectiva a las exigencias de la dignidad humana, evitando hacer del progreso y del bienestar mitos destructores de la paz, de la intimidad, de la libertad, son deberes de los cristianos.
3.4. El valor del trabajo
Gracias a la acción social de la Iglesia, hay que reconocer que se dignificó el mundo del trabajo. Los criterios claros sobre la supremacía de las personas sobre la utilidad, hizo comprender que el valor del trabajo está en ser como plataforma de promoción colectiva y también en ser recurso imprescindible de realización personal, social y vocacional.
Surgió una nueva valoración del trabajo humano, ante el hecho de que la tecnología moderna, sobre todo automatizada, informatizada y robotizada, implica masivos desempleos en amplios sectores de la humanidad. Se reflexionó sobre la urgencia de disminuir esa plaga con servicios sociales, con seguros y protecciones, con movimientos solidarios a fin de asegurar a los hombres la esperanza y no evitar la angustia y la frustración vocacional. El paso de una sociedad de producción a una de consumo implica riesgos, pero se debe conseguir más equitativa distribución de oportunidades.
El pensamiento cristiano mira al trabajador como protagonista y no como mercancía. Se sostiene la libertad del trabajador, pero se resalta su dignidad de persona. Se valora el trabajo femenino, el proceso de formación infantil y juvenil, las aportaciones de la tercera edad, etc. con ojos de Evangelio, no de rentabilidad.
4. LA EVALUACIÓN DEL MENSAJE SOCIAL DE LA IGLESIA
La Doctrina social de la Iglesia se ha ido desarrollando a medida que los tiempos han avanzando y nuevos factores se han hecho presentes en la sociedad en general y en cada comunidad en particular. En cierto sentido los problemas del mundo han tenido aspectos comunes que se han ido repitiendo por igual en todos los países: trabajo, libertad, respeto, seguridad, promoción, etc. Pero también se han multiplicado las peculiaridades de cada región o país, sobre todo teniendo en cuenta que los sistemas políticos han variado. Incluso en ocasiones las democracias han sido reemplazadas por dictaduras, unas veces servidoras de intereses particulares y en ocasiones promotoras del capitalismo de Estado o de la burocracia orgánica propia de sistemas comunistas.
- Pío XI, Papa entre 1922 y 1939, sintetizó en la Encíclica "Quadragesimo anno", en 1931, el pensamiento de la Iglesia ante los problemas económicos que asolaron al mundo a partir de la recesión económica iniciada en 1929.
Los problemas del masivo desempleo que se produjo en muchas naciones, los efectos del neocolonialismo que se hallaba en su auge, la ascensión al poder de movimientos totalitarios, la orientación de la producción hacia estériles esfuerzos bélicos en algunos países, la creciente presión ideológica del leninismo o comunismo de Estado, conmovieron las relaciones entre el proletariado y las entidades capitalistas.
- Pío XII, Papa entre 1939 y 1958, no Escribió ninguna Encíclica social, aun cuando se realizaron trabajos en 1951 con motivo del Sesenta aniversario de la Rerum novarum. El Papa Eugenio Pacelli, intelectual y profundo conocedor del mundo, como Nuncio y diplomático que había sido, prefirió sus discursos y sus mensajes a todo tipo de intelectuales y estamentos.
Su atención se centró en los problemas morales y humanos de la tecnología y de las relaciones internacionales. Su preocupación estuvo centrada en paliar los efectos de la devastadora guerra mundial de 1939 a 1945.
- Juan XXIII, Papa entre 1958 y 1963, fue el gran promotor y actualizador de la doctrina eclesial. Con la Encíclica "Mater et Magistra", de 1961, orientó la reflexión de los cristianos hacia la importancia de las relaciones internacionales en la producción, agricultura y comercio. .
Se centró en la inquietud naciente de los países subdesarrollados. En la Encíclica "Pacem in Terris", de 1963, dirigida a "todos los hombres de buena voluntad" y no sólo al mundo católico, reclamó el respeto al hombre, a su libertad y dignidad.
- Pablo VI, papa entre 1963 y 1978, realizó una primera aplicación de la doctrina y del espíritu del Concilio Vaticano 11, celebrado entre 1963 y 1965. Sobre todo fueron las directrices de la constitución Gaudium et Spes las que centraron su atención en los aspectos sociales.
Su Encíclica más significativa, la "Populorum Progressio" de 1967, reclamaba la igualdad y la cercanía entre los pueblos y entre los grupos sociales. Recordaba en ella que el progreso compartido es condición imprescindible para la paz entre los hombres. Reclamaba la acción responsable de todos los cristianos ante los problemas humanos y reivindicaba la justa autonomía de los creyentes en las cuestiones técnicas, científicas, económicas y culturales. La Encíclica "Octogésima adveniens", al cumplirse los ochenta años de la Rerum novarum, sintetizó admirablemente los deseos de la Iglesia para que el mundo se volviera más solidarios y comprensivo.
Su mensaje no se detuvo en meras palabras, sino que desarrolló iniciativas en favor del progreso compartido entre los hombres, como resaltó en su discurso en la ONU en 1965 o con la creación de la Pontificia Comisión de Justicia y Paz para promover en el mundo una adecuada sensibilización de los cristianos en los temas sociales y convivenciales.
4.1. Las consignas sociales de Juan Pablo II
No es extraño que el mensaje social de la Iglesia se haya ampliado notablemente en los últimos tiempos. Ella es también una comunidad que camina en la historia y tiene que acomodar sus enseñanzas a las circunstancias y aprender a hablar el lenguaje de los hombres de cada época y de cada lugar del mundo. Representado en las enseñanzas del Papa Juan Pablo 11, ha supuesto un acelerado proceso de reflexión para lograr que los hombres todos, y no sólo los cristianos, vivan de valores trascendentes y no únicamente de intereses inmediatos. Elegido Papa en 1978, la intensa actividad viajera que ha caracterizado su Pontificado ha llevado palabras luminosas prácticamente a todos los rincones del mundo. En el terreno social, sus enseñanzas han resultado concretas y progresivas:
- En la Encíclica “Laborem Exercens”, de 1981, se detuvo en la nueva visión del trabajo humano, como expresión de la actividad creadora del hombre que colabora con Dios en la mejora del mundo en el que ha sido colocado. Esta colaboración supone realización personal en la vida, pero también implica solidaridad con los demás hombres.
- En la Encíclica “Sollicitudo Reí Socialis”, de 1987, reitera esos planteamientos y reclama la solidaridad social, comenzando por los más cercanos y llevando la atención a todos los hombres.
- En la Encíclica “Centesimus annus”, en 1991, supuso un resumen del itinerario seguido durante cien años de doctrina social de la Iglesia y reclamó la apertura al porvenir con esperanza.
- Y en la Encíclica “Splendor Veritatis”, de 1993, formuló un deseo de que el progreso humano, acelerado en los finales del siglo y llamado a romper todavía muchas barreras y limitaciones, no debe destruir la barrera de la moral que es la protección de la dignidad humana. Ningún progreso es compatible con el mal en sí. Pueden variar los lenguajes y se pueden adaptar las normas disciplinares. Pero no se puede hacer el mal, aun cuando de él se espere conseguir el bien. Esta Encíclica constituye una coronación de la doctrina social cristiana, uniéndola estrechamente a la moral de la verdad divina y de la dignidad del hombre.
4.2. Urgencia de la Justicia social
Los temas que en la actualidad merecen la atención de la Iglesia en torno a la justicia social y a la convivencia humana se han multiplicado en relación a los primeros tiempos. Si antes se alentaba a los cristianos a compartir el trabajo y los beneficios, los nuevos tiempos se han hecho especialmente sensible a la dignidad del hombre y éste no se contenta con obtener lo justo en el reparto de los beneficios.
- No es suficiente hablar de un salario justo, sino que 1ay que llegar al estudio profundo de la propiedad en un mundo que se hace cada vez más estrecho por la explosión demográfica.
- Los problemas de la ecología y de la convivencia en una naturaleza en peligro hacen mirar a la inteligencia humana como fuente de luz para racionalizar el consumo y para promover actitudes de respeto a los bienes que, como el aire o el ozono, y males como los virus o la energía atómica, tienen que ver con todos los humanos sean pobres o ricos, sepan lo que hacen o lo ignoren por completo.
- El progreso humano, por otra parte, tiene que someterse a normas éticas, de modo que no basta lo nuevo para mejorar la vida, sino que pueden surgir experiencias médicas, físicas o sociales que perjudiquen a toda la colectividad a largo alcance.
5. LA JUSTICIA SOCIAL EN AMERICA LATINA
Uno de los lugares del mundo donde más se ha experimentado la sensibilidad cristiana ante los problemas del desarrollo y los reclamos de la justicia social, ha sido el Continente latinoamericano. No sólo se ha debido a las grandes penurias estructurales propias de los países que los forman: explosión demográfica, deuda externa inhibidora, desigualdades internas hirientes, etc. El motor de la reflexión latinoamericana ha sido el dinamismo de una Iglesia consciente de su importancia numérica en el mundo católico y la apuesta hecha por la Jerarquía de la Iglesia para sensibilizar a los católicos en las exigencias de la fraternidad.
Movimientos como el de la "Teología de la Liberación", con sus luces y sus sombras, han contribuido a sensibilizar a muchos creyentes, para fomentar actitudes de servicio en unos y para emprender acciones no violentas de promoción en otros.
Las consignas emanadas de los Obispos latinoamericanos en las Asambleas de Medellín y Puebla, en 1969 y en 1979 respectivamente, con los impulsos de Pablo VI y de Juan Pablo II que asistieron a estos encuentros, han dejado criterios suficientemente luminosos.
- La situación social del Continente se halla estructuralmente sumida en la injusticia. Una minoría, que con frecuencia se asocia a un lenguaje cristianismo ya superado, no comparte sus beneficios con los abundantes indigentes que malviven en su entorno.
- La ignorancia de las masas campesinas y de los sectores proletarios es uno de los peores males que hay que erradicar con urgencia, pues aleja de Dios.
- Los sistemas políticos dictatoriales no han sido suficientes para asegurar la promoción popular y, aunque hayan mantenido el orden disciplinar en las naciones, han retrasado el nacimiento de una clase media estable y no han podido aliviar las grandes concentraciones de miseria que se agolpan en las diversas urbes.
El siglo XX terminó en el mundo latinoamericano con el tremendo desafío de abrir caminos para una vida más justa y para que todos consigan una solidaridad social más eficaz. Se termina el siglo con una situación social peor que al comienzo. El comienzo del XXI está lleno de signos de esperanza, pero también de reticencias amenazadora ante el cambio necesario. El individualismo y el egoísmo es la tentación del 25% de nuestra sociedad, que vive niveles sociales, culturales y tecnológicos desarrollados. Sin embargo el 75% del pueblo, sobre todo suburbano y campesino, por una mala política generalizada de no generar riqueza reversible a la sociedad se halla en la miseria cultural, sanitaria y hasta espiritual.
La solución a las tensiones no está en regresar a las dictaduras que aseguren el orden externo, aunque se conserve la miseria. Menos está en el ya superado comunismo, que anule la propiedad privada como estímulo y la libertad de los individuos. Tampoco se halla en el neocolonialismo, cuyo lenguaje es el endeudamiento, para seguir aportando alivios coyunturales que favorecen a unos pocos. Las recetas del pasado no sirven para las tensiones nuevas. Es urgente un esfuerzo de creatividad cristiana y social para abrir caminos de esperanza en todos los que han de vivir de su trabajo y esperanzas de futuro a una juventud que mira con temor el porvenir.
5.1.Teología de la liberación
En nuestra Iglesia latinoamericana ha existido a veces la impresión de que los problemas sociales no tenían remedio sin una dosis más o menos significativa de violencia o de ruptura. Sin duda que la peculiar situación de Latinoamérica ha promocionado movimientos, como es el caso de la llamada "teología de la liberación", interpretada de diversas maneras según situaciones.
- A veces la interpretación ha sido dialéctica e incluso marxista. Sólo la lucha armada puede llevar a la libertad, ya que los poderes establecidos son fuertes y no se puede demorar el mejor reparto de la riqueza acumulada en pocas manos. La lucha de clases se presentaba como inevitable. A veces los planteamientos han sido más socialistas. Se ha insistido en la necesidad de legislaciones que moderen la dependencia económica y geopolítica respeto de poderes extraños y que la solidaridad entre las naciones de nuestro entorno compense la insuficiencia de las medidas locales.
- Pero también han surgido otras interpretaciones no menos audaces y decididas. De nada vale hacemos con el poder económico, si carecemos de recursos para gestionarlo y promocionarlo en un mundo interrelacionado y cada vez más exigente. La liberación tiene que comenzar por superar la ignorancia, la insolidaridad y los egoísmos de los grupos minoritarios que tanto abundan entre nosotros.
Habrá que promover la conciencia de la propia dignidad; será preciso acelerar las adquisiciones culturales de la población; convendrá estimar en lo justo nuestros propios recursos materiales y sociales. Entonces habrá comenzado la vía de la verdadera liberación que reclamará tiempo y paciencia, sagacidad y sinceridad, comprensión y tolerancia.
La Iglesia latinoamericana se ha puesto decididamente contra la violencia Irreflexiva, pero a favor de una aceleración en los planteamientos de promoción cultural, moral y espiritual. Pensadores como Paolo Freire, en "Pedagogía del oprimido", Gustavo Gutiérrez, en "Teología de la Liberación", o Leonardo Boft, en "Jesucristo Libertador", entre otros muchos escritores y libros, han seguido las inspiraciones de pastores como el Obispo Oscar Romero, asesinado por sus reclamos sociales. Han estimulado la reflexión cristiana, aunque sus planteamientos resulten siempre insuficientes, y han planteado la necesidad de profundas revisiones en los creyentes.
5.2.La verdadera liberación
No cabe duda de que lo años venideros, al menos en las primeras décadas del siglo XXI, se van a necesitar pensadores que hablen de nuestra situación social y que ayuden a clarificar la conciencia cristiana y la promoción de valores más profundos, para encauzar la situación social. Habrá que reclamar la honradez en los profesionales: empresarios justos y operarios honrados; políticos eficaces y funcionarios sociales honrados; técnicos seguros y ciudadanos responsables. Se precisará para formar una sociedad, incluso una Iglesia justa, personas justas y honestas, estructuras justas, donde brille la solidaridad en las ganancias, la libertad en el ejercicio profesional y la honestidad en el manejo y promoción de los bienes comunes.
Estos son valores que exige desde hace dos milenios el Evangelio y que seguirán proclamándose a luz de las enseñanzas de Jesús, quien también es Señor en medio de los progresos modernos.
La apertura a un mundo interactivo e intercomunicado, tratando de superar clausuras de partido, parálisis de raza, arrogancia de clase, orgullo de propiedades.
6. JUSTICIA SOCIAL AL COMENZAR EL NUEVO SIGLO.
El siglo XXI comenzó con una mayor sensibilidad ante los problemas del hombre, de manera especial ante la tensión que se establece en su conciencia entre el deseo de crecer y de tener y las barreras que le presentan los demás hombres con sus anhelos y sus derechos. Gracias a la reflexiva y serena doctrina social de la Iglesia, los hombres de buena voluntad son capaces de asimilar hoy valores abiertos de solidaridad y no de mera competitividad.
- Ven el progreso como un bien deseable, pero saben que tiene límites. Y lo valoran en cuanto, con él, aportan servicios y beneficios al prójimo.
- Pasan de estructuras arcaicas, excesivamente verticales y lesivas para la dignidad de muchas personas, como la mujer, los siervos, las minorías, a otras más igualitarias en las que no es el poder económico ni cultural lo que dignifica, sino los valores morales y espirituales.
- Son conscientes del pluralismo social y cultural del mundo, pero saben que algunos valores como la libertad, la intimidad, la dignidad, etc. son la base de la felicidad humana y por eso la desean y la promocionan por todos los medios.
6.1. Los criterios de la Iglesia
En las nuevas valoraciones que el mundo hace del trabajo, la Iglesia ha sido un factor decisivo y los cristianos, paciente e inteligentemente, han ido consiguiendo que los hombres procedan con mejores valores que en otros tiempos.
- Hoy se considera el capitalismo, en cuanto liberalismo económico y competitivo, como un sistema superado. Los hombres miran con esperanza los movimientos que ponen la riqueza al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la riqueza.
- Siguen existiendo multinacionales sin entrañas humanas y potentados jactanciosos de sus poderes económicos. Pero los hombres con sentido de justicia saben que no son fórmulas aptas para un mundo como el nuestro.
- El comunismo y el capitalismo de Estado, sobre todo en la última década, ha entrado en crisis por la simple dinámica de su esterilidad interna y de sus brutales procedimientos. La Iglesia no es extraña desde luego a esa crisis y se siente tan alejada de sus viejos postulados como siempre lo estuvo de la burguesía proletaria.
Ciertamente quedan muchos problemas por resolver y muchos criterios por divulgar. Pero un movimiento de esperanza se adivina, aun cuando habremos de seguir trabajando para conseguir un mundo mejor y más justo, en el cual brille la caridad y la solidaridad.
6.2. Los problemas del porvenir
Es evidente que esos problemas seguirán surgiendo. Por eso será preciso que los hombres de los años venideros estén preparados para afrontarlo. Es una responsabilidad grande de los jóvenes que se forman, de manera especial de los que van a ocupar puestos de responsabilidad social.
- Los mayores desafíos van a llegar con la irreversible apertura mundial. Exigirá ecumenismo, serenidad, rechazo de posturas xenófobas, represión de la violencia, superación de las meras rivalidades competitivas.
- De las nuevas formas laborales: tecnología, informática, telemáticas, etc. Muchas personas pueden quedar desplazadas y desconcertadas por las nuevas formas de producción y de reparto. Es preciso prepararse a ellas con serenidad sostenida.
Y la tónica de la convivencia habrá de armonizarse con la movilidad y el cambio, con la agilidad mental y la juvenil disponibilidad para diferenciar lo esencial de lo secundario. El Evangelio tiene siempre respuestas para todos los desafíos. Por eso hay que mirar a sus demandas sobre el hombre, sobre su destino y sobre su dignidad, para emprender caminos de esperanza.
7. CONCLUSIONES Y TRABAJOS
7.1. Cuestiones para reflexionar (Responder las preguntas que más te llame la atención)
¿En qué mundo nos movemos nosotros en relación a la justicia social? ¿Tenemos la conciencia satisfecha y los criterios rectos? ¿Si subiera al poder en nuestro país un grupo de mendigos, cuál sería la lista de instituciones que anularía como primer paso? ¿Y cuáles serían los organismos públicos que reclamarían para asegurar el orden y la igualdad?
¿Se siente en nuestro Centro educativo, en nuestros grupos, en nuestra clase, la Justicia social como un reclamo urgente? ¿Por qué? ¿Cómo sospechamos que será nuestra sociedad, nuestra ciudad, dentro de veinte años, en lo que a reparto de bienes se refiere?
¿Nos impresiona algo leer una Encíclica social pontificia? ¿Tenemos "estómago moral e intelectual" para hacerlo alguna vez?
7.2. Vocabulario básico
Justicia social. La que afecta a las relaciones.
Salario justo. El que merece el trabajador.
Igualdad. Equilibro entre todas las partes.
Socialismo. Sistema de prioridad social
Capitalismo. Sistema de prioridad del productor
Proletariado. Conjunto de obreros asalariados
Liberalismo. Reclamo de libertad absoluta.
Sindicatos. Grupos obreros organizados
Teología. Estudio de Dios y de sus cosas.
Liberación. Supresión de trabas o barreras.
Esperanza. Mirada al porvenir con la seguridad
7.3. Cuestionario para autoevaluación
a. Concepto y definición de justicia social.
b. Temas o problemas centrales de la justicia social.
c. Lista de Encíclicas de diversos papas.
d. Concepto y postulados de la teología de la liberación.
e. Razones de esperanza en el porvenir.
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